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lunes, 12 de diciembre de 2011

La Pugna Ideologica en el Gobierno de Ollanta Humala

 

 
 
La crisis de gobernabilidad que sufre actualmente el gobierno de Ollanta Humala a propósito del conflicto por el proyecto minero Conga en Cajamarca puede interpretarse como el episodio más importante, un punto de inflexión si se quiere, en una sucesión de disputas políticas de distinto calibre con trasfondo ideológico. Más que analizar los detalles, los nombres propios y las particularidades de cada momento crítico, quiero llamar la atención sobre un conflictivo proceso de pugna política por el poder (entendido como la capacidad de orientar la toma de decisiones del gobierno) y un debate críptico -en clave ideológica- que convendría asumir abiertamente (1).
La pugna se produce entre sectores que gruesamente se identifican en la opinión pública como "derecha" e "izquierda". La derecha agrupa a quienes defienden con pasión y convicción el modelo neoliberal, reivindicando las bondades del capitalismo global y la economía de libre mercado sin tomar en cuenta las causas del despliegue y ahondamiento de la actual crisis financiera internacional. La izquierda agrupa (para variar) actores, estrategias y discursos diversos alrededor de demandas de redistribución económica e inclusión social y política, pero también alrededor de un discurso de defensa del medioambiente. Está por verse si este discurso, en el actual contexto de crisis ecológica y económica, logra convertirse en un discurso hegemónico que articule efectivamente a la oposición política de izquierda en el Perú.
Lo interesante de la conformación de posiciones de izquierda y derecha es que ninguna de ellas puede asociarse con la pertenencia a determinadas opciones político-partidarias, ni a sectores socio-económicos específicos, ni a género, edad o procedencia. El propio gobierno incluye en este momento grupos y funcionarios de uno u otro sector. Lo que sí parece ser recurrente en los últimos 20 años es que los grupos de derecha logran posicionarse bien en los gobiernos mientras que los grupos de izquierda se expresan con más fuerza desde la calle. Por ello, el discurso de lo que gruesamente estamos identificando aquí como derecha se reviste de defensa de la institucionalidad del gobierno y la economía de mercado, mientras que la izquierda se expresa como cuestionamiento al orden establecido.
En el actual gobierno el conflicto ideológico se produce, sin embargo, a dos niveles: 1) al interior del gobierno, de manera poco visible y a media voz; y 2) en las relaciones entre Estado y sociedad, como una confrontación abierta a viva voz. El conflicto por el proyecto minero Conga se viene desarrollando a ambos niveles y es revelador de la forma en que se desarrolla el debate ideológico. Al interior del gobierno, particularmente en el Ejecutivo, la contienda se ha expresado en las posiciones encontradas del Ministerio del Ambiente (MINAM) y el Ministerio de Energía y Minas (MEM). En esta pugna interna perdió el MINAM y ganó el MEM, una derrota que parece alinearse bien con el progresivo debilitamiento del ala de izquierda, que ha dado pie a que se hable de la derechización del gobierno de Humala.
A nivel de las relaciones entre Estado y sociedad se despliegan importantes fuerzas de oposición en una sociedad altamente politizada, que no siempre puede articular protestas nacionales o regionales pero que ocasionalmente lo logra, haciendo uso de los recursos y la fuerza construida en los últimos diez años en las calles (2). El fenómeno de las protestas tiene más de diez años en el Perú, tiempo en el que ha ido creciendo a ritmo sostenido y paralelo al del crecimiento económico, como lo muestran los informes de la Defensoría del Pueblo.Las protestas son muy diversas en términos de actores, estrategias y demandas, pero tienen en común un reclamo de mayor participación en la toma de decisiones, es decir, un reclamo de inclusión política. Esto es muy importante porque muestra que hace rato hay más capacidad de acción política en las calles del Perú que en lo que queda del sistema de partidos y de la democracia representativa. No quiero decir con esto que la calle es esencialmente democrática y la práctica estatal no lo es. Para nada. La calle incluye también prácticas anti-democráticas y anti-dialogantes, que se expresan en comportamiento violentos y demandas de todo o nada. Lo que quiero resaltar es que en las instituciones formales, estatales y político-representativas, hay poca iniciativa y agencia mientras que en la calle hay mucha.
Y sin embargo, no asistimos a un debate abierto que permita identificar con claridad los planteamientos de fondo de uno y otro sector. No hay un debate sobre el modelo económico y productivo en el actual contexto global, sobre el rol del Estado y su necesaria reforma, ni sobre las formas de participación y autonomía política que permitirían descentralizar y democratizar el ejercicio del poder. Se habla de posiciones de derecha y de izquierda pero no se debaten diagnósticos de la realidad actual, principios y valores orientadores de la acción política ni programas y lineamientos para la acción política. Ciertamente, no hemos salido del todo de la época de la antipolítica, que tan bien describiera Carlos Iván Degregori (3).
Se trata entonces de un debate más bien críptico en la esfera pública peruana después de años de proscripción desde los tiempos de la guerra. Es comprensible el silencio ideológico que trajo la guerra a nuestro país, si consideramos que una guerra se desarrolla no sólo en el terreno de lo militar, social y económico, sino también en el terreno de la cultura política y la ideología. ¿Cuáles son las secuelas y aprendizajes de la guerra en términos de cultura política en nuestra sociedad? Esta es una pregunta fundamental a la que no le hemos dado atención suficiente y que nos ayudaría a comprender porqué evadimos el debate ideológico. Rápidamente, en la línea de abrir el tema a la discusión, quisiera señalar dos aspectos que creo inciden en el carácter críptico del debate: el "unipolarismo" ideológico y el uso creciente de la diatriba como estilo de debate.
En el Perú el combate ideológico a Sendero Luminoso proyectó la idea generalizadora de que todo proyecto de izquierda es consustancialmente antidemocrático y violentista. La guerra dejó deslegitimada políticamente a toda la izquierda peruana y el Perú se volvió paulatinamente unipolar en términos ideológicos en el contexto de la guerra (para usar el lenguaje de la teoría de las Relaciones Internacionales), proceso que además se reforzó con el propio proceso de "unipolarización" internacional luego de la caída del muro de Berlín. Así, en términos ideológicos, la guerra interna en el Perú inclinó aun más la balanza a favor de la derecha consolidando una especie de pensamiento único que se fue naturalizando y por lo tanto desprendiendo del rótulo de "ideología". Bastante agua ha corrido bajo el puente desde el fin de la guerra, pero en el Perú ha tomado unos buenos veinte años poder decir "izquierda" de nuevo sin asociar la palabra automáticamente a Sendero Luminoso. Por cierto que la deslegitimación de la izquierda como proyecto político y de las izquierdas como organizaciones y actores políticos concretos no ha concluido , y es quizás por eso que la renovación de la contienda ideológica entre derecha e izquierda se produce crípticamente, sin entrar abiertamente a los temas de fondo.
El uso de la diatriba por su parte nos remite más bien a la forma en que se desarrolla el debate político. La diatriba es una forma injuriosa de ataque a través del discurso que no reconoce interlocutores sino solamente enemigos, que descalifica al antagonista evadiendo la confrontación de argumentos e ideas. Revisando la prensa, el análisis y los términos del debate público en el Perú es fácil comprobar que la diatriba ha inundado nuestra esfera pública y se ha vuelto parte de nuestra cultura política. Pareciera como si hubiéramos trasladado la negación intolerante de que quien no piensa como nosotros que imperaba durante el tiempo de la guerra, al espacio del debate político-ideológico. Hemos olvidado que en democracia se pueden dar debates ideológicos sin tener que apelar a la violencia. Hemos olvidado que en democracia se puede y se debe discrepar, argumentar, escuchar, intercambiar, conversar y debatir desde enfoques ideológicos diversos; que los acuerdos y las decisiones deben nacer más bien de confrontación abierta de ideas y programas.
Ojalá que la crisis política actual ponga de manifiesto la necesidad de dar abiertamente, con profundidad y respeto, los debates político-ideológicos que subyacen a las promesas de inclusión política y redistribución económica. Después de todo, las crisis son también oportunidades para la reflexión y la reorientación acciones.
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(1) Episodios notorios han sido los cuestionamientos y pedidos de renuncia Aída García Naranjo, Ministra de la Mujer; de Rafael Roncagliolo, Canciller; y de Ricardo Soberón, Jefe de DEVIDA. Asimismo, la destitución de Raquel Yrigoyen, Directoral del INDEPA; el pedido de renunciaa Carlos Tapia, asesor de la Presidencia del Consejo de Ministros; la renuncia de José de Echave, Viceministro de Gestión Ambiental, por citar algunos.
(2) Pensemos en picos de movilización social que la memoria colectiva registra con los nombres de sus lugares de origen en los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García: Tambogrande, y los denominados Arequipazo, Moqueguazo, Baguazo.
(3) La Década de la Antipolítica. Auge y Huida de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2001.

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